El ser maestro es una de
las profesiones más importantes, de ella depende mucho la calidad de vida que
tenga la sociedad actual y más aún la de futuras generaciones que se encuentran
en formación.
Todos los individuos en
algún momento de nuestra vida nos
hemos encontrado ligados al sistema educativo, lo cual transforma al docente en
el constructor de relaciones sociales con los alumnos, compañeros docentes y
administrativos, padres de familia y la comunidad en la que se encuentra la
institución.
Los docentes somos muy
diferentes; pero también enfrentamos semejanzas como es nuestro rasgo
característico en la búsqueda de mejores estrategias de trabajo que se adapten
al contexto en el que laboramos.
El ser docente significa
para mí un fuerte compromiso con mi
labor; debido a que siempre trato de hacer lo que mi papel en la sociedad me
exige, siempre en búsqueda de lograr grandes satisfacciones como es el logro de
metas, y vivencias de situaciones simples pero nutridas de experiencias.
Sabedor de que la educación
pretende que todo aquel que acuda a la
escuela ha de aprender cosas interesantes,
valiosas y sorprendentes, que haya prácticas originales, con el propósito de que lo aprendido se vuelva
significativo para el que aprende. Éste es el reto que tengo como educador, y por él debo trabajar,
y así tomar conciencia
de lo que cada día hago en la institución donde laboro y así ayudar a mis alumnos a enfrentar los devenires de la vida cotidiana.
La
actualización, la superación y la transformación
es un compromiso, que tengo en primer lugar conmigo mismo. Hoy en día no basta ser un profesor de grupo, se requiere preparación constante para inspirar confianza y seguridad en los pupilos y
la sociedad, no
soy perfecto para saberlo todo, pero si puedo predicar con el ejemplo y con ello mejorar mi práctica
educativa.
Es emocionante darme cuenta de
las cosas que realizo
en mi labor profesional y más aún satisfacción siento
cuando
voy encontrando el camino que lleva a la transformación
de la práctica, a través de la innovación, creatividad y
esfuerzo es decir, hay que demandar una oferta educativa diferente, y ofrecer
como maestro algo distinto y especial que haga
que los padres de familia quieran poner a sus hijos en nuestras manos.
No basta entonces
con poseer muchos conocimientos, pero sí de poseer la gran capacidad
de transformar nuestro quehacer
educativo para ser un buen maestro.
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